Algunas reflexiones sobre Estados Unidos

Por: Armando Hart Dávalos

Nuestro Comandante en Jefe ha señalado que será el pueblo y en general la sociedad norteamericana los que tengan el potencial necesario para detener el nazi-fascismo que caracteriza la política del gobierno de Estados Unidos.

Esta realidad nos plantea la necesidad de estudiar a los Estados Unidos de hoy, que es distinto al del siglo XX. Para este estudio nos parece indispensable partir de los análisis realizados por José Martí en el último cuarto del siglo XIX, que es precisamente el período en que emerge el imperialismo en el seno de aquella sociedad, de cuyo fenómeno nuestro Apóstol fue testigo y siguió atenta y detalladamente.

Tres trabajos de Martí resultan esenciales para éste propósito: uno es “La verdad sobre estados Unidos”, otro “Vindicación de Cuba” y el tercero un artículo aparecido en Patria el 17 de abril de 1894, titulado “En el tercer aniversario del Partido Revolucionario Cubano”. Dice Martí en “La verdad sobre los Estados Unidos”:

“Es de supina ignorancia, y de ligereza infantil y punible, hablar de los Estados Unidos, y de las conquistas reales o aparentes de una comarca suya o grupo de ellas, como de una nación total e igual, de libertad unánime y de conquistas definitivas: semejantes Estados Unidos son una ilusión, o una superchería. De las covachas de Dakota, y la nación que por allá va alzándose, bárbara y viril, hay todo un mundo a las ciudades del este, arrellanadas, privilegiadas, encastadas, sensuales, injustas. Hay un mundo, con sus casas de cantería y libertad señorial, el norte de Schenectady a la estación zancuda y lúgubre del sur de Petersburg, del pueblo limpio e interesado del norte, a la tienda de holgazanes, sentados en el coro de barriles, de los pueblos coléricos, paupérrimos, descascarados, agrios, grises, del Sur. Lo que ha de observar el hombre honrado es precisamente que no sólo no han podido fundirse, en tres siglos de vida común, o uno de ocupación política, los elementos de origen y tendencia diversos con que se crearon los Estados Unidos, sino que la comunidad forzosa exacerba y acentúa sus diferencias primarias, y convierte la federación innatural en un estado, áspero, de violenta conquista.”(1)

James Petras y Henry Veltmeyer han publicado un libro titulado El sistema en crisis, que ofrece amplia y documentada información. Esta crisis está signada por el declive de la llamada civilización occidental y el retroceso evidente del dominio de la oligarquía norteamericana en el mundo.

Sus brutales agresiones a Iraq y otras zonas del planeta acompañadas de torturas y violaciones flagrantes de la ley internacional no son expresiones de poderío, sino de impotencia. Los grandes imperios declinan cuando la maldad y la estupidez se relacionan de manera dramática y muestran la inconsecuencia de un sistema que está siendo erosionado en sus bases por las contradicciones económico-sociales. Así está la Norteamérica de hoy.

La falta de visión de muchos gobernantes latinoamericanos estriba en una política no dirigida al pueblo y la sociedad norteamericanos, sino a los dirigentes de la oligarquía. Esto lo hemos aprendido de las lecciones de Cuba en el caso del rescate de nuestro niño Elián. Fidel siempre ha orientado una política hacia los Estados Unidos no basada en lo que piensan y dicen los gobernantes o el grupo oligárquico, sino hacia toda la sociedad en su conjunto. Para dirigirnos hoy a la sociedad norteamericana tenemos que hacer un análisis de cómo se comportan en su seno las distintas regiones y zonas que componen ese país.

¿Cómo abordarlo desde nuestra América? Nuestro análisis tomará en cuenta que somos “un pequeño género humano” –como nos caracterizó Bolívar–, y que tenemos en la raíz una política internacional basada en el principio martiano: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.(2)

Para llevar esta política adelante es necesario estudiar el significado político y la trascendencia cultural de lo expuesto por Fidel con respecto a nuestras aspiraciones a una cultura general integral. No hay tema ideológico, político y de interés educativo más importante que el estudio o investigación acerca de la cultura general integral a que aspiramos. Hay que partir del principio de que la cultura en su integridad tiene como categoría fundamental a la justicia. Esto está avalado no solo por los grandes humanistas de la historia, sino también por las más notables investigaciones de las ciencias del hombre, y en especial la antropología. Podríamos dedicar una conferencia a este tema, ahora solo quiero subrayar que precisamente nuestra América se proyecta hacia una cultura general integral porque tiene, desde el comienzo, una aspiración a la justicia de valor universal, posee un mensaje universal que está contenido en el pensamiento de Bolívar, Martí y los próceres y pensadores de nuestras tierras que hay que trasladado a los Estados Unidos. En ese país, por el contrario, existe una fragmentación de los valores de la cultura.

Este fenómeno se expresa también a escala de la llamada civilización moderna. Analicemos tres grandes corrientes del pensamiento occidental en los últimos dos mil años: la primera, el cristianismo, que es una de las fundamentales raíces éticas de nuestra civilización. La segunda, las ideas de los filósofos europeos de los siglos precedentes de la Revolución Francesa de 1789, con sus banderas sobre el pensamiento racional y los derechos humanos. La tercera, las ideas socialistas en su variedad de expresiones, con la exaltación de la justicia social y la importancia de las transformaciones económicas y del régimen de propiedad para la liberación del hombre.

Estas tres grandes corrientes de la mejor tradición cultural occidental fueron tergiversadas y conducidas a la más lamentable frustración; es decir, no fue sólo el “socialismo real”, sino todo el pensamiento occidental el que ha entrado en crisis.

Los principios filosóficos, sociales y culturales presentes en estas corrientes han sufrido un descrédito universal. Hay que rescatar los mejores valores contenidos en las mismas y que conserven su validez para el mundo de hoy. Es necesario hacer un estudio minucioso de la historia, la redención del hombre y del equilibrio del mundo y extraer una síntesis que se fundamente en un pensamiento ecuménico y nos brinde un método para la acción.

En los Estados Unidos se observa la quiebra cuando se somete al cristianismo a un dogmatismo feroz, es decir, al fundamentalismo religioso. De esta manera, se tergiversa el pensamiento cristiano y se separa del resto de la sociedad. Las ideas de la modernidad en los Estados Unidos con la exaltación de la razón se han llevado al paroxismo y caído en la irracionalidad. Irracionalidad que puede observarse muy concretamente cuando en nombre de la libertad individual se pueden adquirir armas y realizar todo tipo de tropelías.

En cuanto al socialismo, en Estados Unidos, como se sabe, es rechazado. Hay que decir que las primeras tendencias marxistas de finales del siglo XIX tenían un matiz extremista denunciado por Martí desde ese mismo país, que coincide, incluso, con los señalamientos de Engels desde Europa. Hay una coincidencia en la crítica a las tendencias extremistas de los marxistas norteamericanos de fines del siglo XIX entre el Apóstol y Federico Engels. Sin conocerse, sus críticas son coincidentes.

En cuanto a las elecciones presidenciales en ese país, puedo decir lo siguiente: antes de ellas dije que si Bush era de nuevo “elegido”, sería síntoma de que la oligarquía norteamericana enfrenta un proceso de autodestrucción. Bush no fue elegido, sino escogido. Está por estudiar con toda profundidad y rigor la crisis del sistema interpretada entre dos vertientes: demócratas y republicanos, que rige en ese país.

De las elecciones podemos decir lo siguiente:
En Estados Unidos se hace un censo por separado en cada estado, así que no habría impedimento teórico para votar en varios estados.
Cuando alguien se registra para votar tiene que hacerlo como votante de un partido, o sea, que independientemente de lo que vaya a votarse, hay que apuntarse dando el nombre de algún partido.
No tienen derecho a votar los que sinceramente están en contra de los dos partidos.
Si no se quiere ir personalmente a votar y hacer la cola, se puede votar por correo, y por esa vía desaparecen decenas de miles de votos.
A la gente no se le pide identificación alguna a la hora de votar. Se puede confirmar con un papel, así que podrán imaginarse lo que sucede.

Si hiciéramos una cuenta que sumara a los que votaron contra Bush, los que teniendo derecho no asistieron a las elecciones, y los que debieran tener derecho, como por ejemplo, los inmigrantes que viven desde hace años en ese país y no tienen derecho al voto, se constataría cuan profunda es la fractura de esa sociedad y la ineficacia del sistema electoral.

Por otra parte, pienso que el Sr. Kerry fue elegido para que Bush no tuviera un contrincante, porque es obvio que no le hizo una oposición eficaz con crítica a los peores males que Bush representa. Me indica que el establishment dominante decidió escoger un candidato incapaz de hacerle una buena oposición a Bush.

Una cultura general integral como la que plantea nuestro Comandante en Jefe será generada por una política que opongamos a las concepciones reduccionistas, caóticas y de extrema derecha presentes en el sistema norteamericano. La cultura general integral estuvo representada en los grandes próceres y pensadores cubanos: Félix Varela, Luz y Caballero, José Martí, Enrique José Varona, Julio Antonio Mella y Alejo Carpentier, entre otros. La originalidad de Martí y de Fidel en relación con este tema de la cultura general integral es que la llevaron al terreno de la cultura de hacer política. Todas estas personalidades hicieron política, pero en el caso de Martí y de Fidel la presentaron como una elaboración acerca de lo que he llamado cultura de hacer política, Esta es la concepción que podemos oponerle a los Estados Unidos en su fragmentación, en la denuncia a su irrealidad.

En Martí estas concepciones se consagran en tres ideas fundamentales: La utilidad de la virtud, El equilibrio del mundo, La cultura de hacer política.

Veamos cómo Martí definió la política:
“La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación, cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila, y su batalla preparada”.(3)

Como se ve, es una categoría de la práctica que rebasa y rechaza el principio maquiavélico de divide y vencerás y establece el principio de unir para vencer. Un ejemplo práctico de esta política es la lucha contra el terrorismo. La oligarquía norteamericana la plantea promoviendo la división, la guerra y la fragmentación. Fidel la plantea exponiendo la necesidad de elevar la conciencia universal contra el terrorismo en Naciones Unidas y en todas las instancias posibles, para hacer una conciencia mundial acerca de este drama.

Con esta concepción de cultura de hacer política tenemos que trasmitir un mensaje al pueblo y a la sociedad norteamericanos. Obsérvese que digo pueblo y sociedad, porque hay que abarcar lo que se entiende por pueblo y también entender algunos intereses capitalistas que puedan resultar sensatos ante la crisis que vive el mundo.

En fin, frente a la fragmentación evidente y el proceso de descomposición existente en Estados Unidos, solo cabe la política de Martí y de Fidel de enfrentarse al monstruo del imperialismo en decadencia con una cultura general integral que tenga la justicia como categoría principal, y con una cultura de hacer política que permita relacionarnos con lo mejor de Estados Unidos, lo más sensato, para que el hemisferio occidental, desde Alaska a la Tierra del Fuego, juegue un papel de equilibrio en el mundo. Para esto es indispensable tener en cuenta importantes categorías: cultura, ética, derecho y política solidaria. Cuba plantea estas claves con un criterio radical y, al mismo tiempo, con un criterio unitario.

En José Martí encontramos estos elementos relacionados: pensamiento radical y política de unidad, amor y solidaridad. Muchos políticos son radicales y no pueden, sin embargo, resolver el problema, porque no son unitarios. Otros pueden luchar por la unidad, pero no son radicales, tampoco pueden resolver el problema. Presentemos la opción de la unidad, de la diversidad, y el principio de la ética como sol del mundo moral y de la cultura como todo lo creado por el hombre a partir de la naturaleza, solo alcanzable a plenitud sobre el fundamento de la justicia.

En carta a su amigo entrañable Manuel Mercado, José Martí expresa que la guerra se hacía para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.(4) Y pusiera en peligro “al equilibrio aún vacilante del mundo”. En otra oportunidad señaló que se hacía para salvar el “(…) honor para la gran república del Norte, que en el desarrollo de su territorio-por desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles-hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo”.(5)

Dijo también: “Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos”.(6) “Un error en Cuba es un error en América, es un error en la humanidad moderna”. “Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting”.(7)

(1) Martí, José. Patria, Nueva York, 23 de marzo de 1894, O. C., t. 28, pp. 229-230.
(2) Martí, José. Nuestra América, O. C., t. 6 p. 18.
(3) Martí, José. Escenas europeas, O. C., t. 14, p. 60.
(4) Martí, José. Carta a Manuel Mercado, 18 de mayo de 1895. O. C., t. 20, p. 161.
(5) Martí, José. “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, abril de 1894, O. C., t. 3. p. 142.
(6) Martí, José. “El tercer año del partido revolucionario cubano“, O. C., t. 3, p. 146.
(7) Martí, José. “Vindicación de Cuba”, The Evening Post, Nueva York, 25 de marzo de 1889, O. C., t. 1, p. 237.