Cultura e identidad (I)
Por: Armando Hart Dávalos

Hart_bayamoEn su esencial ensayo titulado Nuestra América, José Martí proclamó: Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Hoy debemos abordar el tema del tronco, es decir el de nuestra cultura e identidad y su estrecha vinculación con la cultura universal.

Vivimos un momento verdaderamente crítico de las varias veces milenaria historia del hombre sobre la Tierra y al mismo tiempo en medio de una etapa muy importante y compleja del más de medio siglo de existencia de la Revolución triunfante. El estudio de nuestra historia y de los factores diversos que condujeron al alumbramiento de la nación cubana constituye un elemento esencial para su supervivencia.

Se ha afirmado que la historia es, o debe ser, maestra de la política. Sus lecciones se nos presentan en dos planos a estudiar: el primero se refiere a la información y descripción de los hechos y acontecimientos que marcan su recorrido en el tiempo; el segundo, a la evolución de las ideas contenidas en el “hilo invisible que –dice el Apóstol– une a los hombres de las distintas épocas”.

La existencia y fortaleza de la nación cubana han estado siempre fundamentadas en la unidad política del pueblo trabajador. Este país, desde el proceso de gestación de la nación y en su recorrido hasta nuestros días, debió enfrentarse a las más diversas y complejas contradicciones internacionales. Dos hombres hicieron posible la unidad nacional: José Martí, que en el siglo XIX la hizo cristalizar a partir de un ingente esfuerzo político y cultural y Fidel Castro que al evitar que el Apóstol muriera en el año de su centenario (1953) –como dijo en el juicio seguido por el asalto a la segunda fortaleza militar del país– hizo crecer la memoria del Maestro y le extrajo a su pensamiento vivo y profundo todas las lecciones necesarias para hacer verdaderamente independiente la patria.

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