Por: Armando Hart Dávalos
Como parte del programa de defensa de la humanidad que se postuló en Venezuela y que venimos desplegando desde hace meses, quiero destacar que la vida está demostrando la importancia práctica del derecho y la juridicidad. Esto se ve muy clara y concretamente en el tema del terrorismo y en particular en las acciones que hay que emprender contra Posada Carriles y su pandilla.
Ya en el caso del niño Elián se ganó esa batalla porque levantamos la bandera del derecho; ahora el imperialismo, y muy especialmente el Sr. Bush, están encerrados en una trampa porque están violentando las más elementales normas jurídicas.
Todo gira en torno a la ética y al cumplimiento de los principios más elementales de carácter jurídico.
Hay antecedentes históricos interesantes de observar por los revolucionarios de hoy.
La famosa Asamblea General Francesa de 1789, que se muestra como una de las altas cumbres del movimiento revolucionario mundial, comenzó porque el rey se vio obligado a convocar a los Estados generales que era la legalidad de la monarquía, y esa Asamblea de los Estados Generales fue la que se transformó en Asamblea General Revolucionaria y dictó los Estatutos más destacados del célebre proceso francés de finales del siglo XVIII.
En Cuba esto tiene una larga historia. Empecemos por el 10 de marzo, que fue punto inicial para que se gestara el movimiento revolucionario encabezado por Fidel. Comenzó porque Batista violentó la ley y la vanguardia se situó en defensa de la legalidad constitucional. Recuérdese que fue la violación de la Constitución de 1940 la que empezó a originar todo el proceso de lucha; incluso Fidel presentó una denuncia ante los tribunales para que condenaran a los golpistas porque habían cometido un delito: el golpe de Estado. Bien se sabía que esto no iba a tener efecto práctico inmediato, pero la denuncia en sí significaba un motivo para el trabajo de propaganda, agitación y señalamiento público de la ilegalidad del golpe y de los crímenes de Batista.
Después Fidel asaltó el Moncada y La historia me absolverá es el documento de mayor valor de la larga evolución del pensamiento jurídico en defensa del derecho del pueblo a la rebelión, es la expresión más alta de ese derecho y esto fue lo que después sirvió de punto de partida al proceso revolucionario y a su radicalización.
La Constitución de 1940 es un documento de enorme significación. He pedido a los juristas promover investigaciones de derecho comparado entre ese texto legal y otros de su época y se apreciará su enorme importancia.
Después del triunfo de la Revolución, los principios de la Constitución del 40 se recogieron en lo esencial, y en nuevas condiciones, en la ley fundamental de la República dictada en 1959. Más adelante, superamos esta pragmática porque su evolución nos llevó al socialismo.
La Constitución de 1940 disponía la abolición del latifundio, y esta medida, que no había podido dictarse en los gobiernos anteriores, nos llevaba por una radicalización del proceso antiimperialista y al final al socialismo. En la década del 40 al 50 teníamos consignas como libertad política, independencia económica, justicia social y lucha contra la corrupción. Asimismo, nos fundamentábamos en el principio de la juridicidad. Sobre estos fundamentos nació y se desarrolló la Revolución Cubana, es una experiencia que debe tomarse muy en cuenta.
Hoy en día, lo más importante en el orden práctico es que la oligarquía norteamericana se ha situado fuera de la ley, incluso en el seno de la sociedad norteamericana deben haber legislaciones que podemos aprovechar para denunciarlos como violadores dentro de su propio país.
Valdría la pena un análisis conjunto de juristas cubanos y norteamericanos serios para desenmascarar al Sr. Bush y su camarilla. Este es un trabajo que podemos hacer entre la Unión de Juristas y algunas instituciones jurídicas de los Estados Unidos. No se trata solo de que vayamos a conseguir de manera inmediata que en el sistema judicial norteamericano confirmen la ilegalidad de Bush, aunque, desde luego, podemos plantearlo como bandera; se trata, sobre todo, de que el derecho existe no ya para cumplir su objetivo principal: sancionar a los culpables, sino también para esclarecer caminos y mostrar el carácter inmoral y antijurídico de los violadores.
He preguntado a funcionarios del ministerio de Relaciones Exteriores qué están haciendo los burgueses inteligentes en los Estados Unidos frente a la estupidez del Sr. Bush, porque los veo callados, veo que no hablan. Aprecio, por ejemplo, que un burgués inteligente como Kissinger está callado. Los compañeros me dijeron que están aterrorizados por la pandilla terrorista que se encuentra al frente del gobierno de los Estados Unidos.
En fin, que son la ley y el derecho la clave necesaria para hacer un cambio social. A nosotros esos principios nos condujeron al socialismo, a otros países puede no conducirlos a ello, pero es esencial levantarlos como bandera, como ejemplo revolucionario para desenmascarar a los enemigos.
Estados Unidos ha violado todas las legislaciones y ahí está nuestra bandera principal. Los principios jurídicos de las Naciones Unidas, con sus enormes limitaciones, son la escala más alta alcanzada por la juridicidad en la historia de la humanidad.
Lo que se cayó cuando el derrumbe de la Unión Soviética no fue solo el socialismo, fue el sistema jurídico más elevado de la civilización occidental. Estaban derrumbadas tres columnas fundamentales de esta civilización: el cristianismo, la modernidad y el pensamiento radical europeo de los siglos XVIII y XIX, y el socialismo.
Si aplicamos el método electivo de la tradición cubana y escogemos de cada una de las tres corrientes lo que sea útil para la aplicación de la justicia, nos encontraremos con la fórmula del amor triunfante de José Martí. Así llegamos nosotros al socialismo.
Hagamos nuestro análisis a partir de las ideas con que se forjó la Generación del Centenario en los años anteriores a la Revolución; ellas fueron las que nos condujeron por el camino socialista. De la experiencia cubana de los años 40 y 50 en el orden político-práctico se distinguen cinco aspiraciones esenciales:
-Libertad política.
-Independencia económica.
-Justicia social.
-Defensa de la legalidad.
-Vergüenza contra dinero.
Las tres primeras eran el reflejo de las luchas sociales y económicas que emprendía nuestro pueblo por su liberación. La cuarta y la quinta expresan la necesidad de combatir la corrupción y la violación de los principios éticos y jurídicos. Quienes aspiren al socialismo en América deben empezar como nuestro pueblo, hace más de 50 años, denunciando las violaciones de la ley y las inmoralidades, el vicio, el latrocinio y el robo de los políticos tradicionales. Por ahí empezó Cuba el camino hacia el socialismo. Es una reflexión que considero perfectamente válida en las circunstancias actuales para cualquier proceso de cambio que se lleve a cabo en nuestros pueblos de América.
No es fácil encontrar en la historia de los países occidentales estadistas de la estatura de Fidel Castro y de su maestro José Martí. Sus métodos políticos se inspiran en principios éticos de valor universal, poseen argumentación lógica que resulta vital estudiar con mayor profundidad en nuestro país y proyectarlos a escala internacional.
Martí concreta su definición de política de esta manera:
“La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación, cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila, y su batalla preparada.” (1)
Alguien dijo que habría que cubrir de conceptos a la ira. Estoy plenamente de acuerdo. Para esto es preciso comprender en toda su significación que se ha producido la ruptura radical de todos los principios éticos, morales, jurídicos, de solidaridad, que decía levantar la civilización occidental. Ha llegado el momento de retomar lo más elevado de esta tradición sin sectarismo ni ismos infecundos en función de la justicia social universal. Para ello se necesita la colaboración de intelectuales y científicos de todas las ramas y un trabajo esmerado para encontrar el camino; debemos hacerlo con el método electivo de la tradición filosófica cubana bajo el principio de “todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela”; “todos los métodos y ningún método, he ahí el método”, formulado por Luz y Caballero. Para mí, esto es lo que conduce a la escuela de Marx: el socialismo, pero debemos hacerlo sobre la base de una selección de las mejores iniciativas y aportes del cristianismo, la modernidad europea que nos simbolizamos en la Revolución Francesa, y el ideal socialista sobre el fundamento de José Martí y de la mejor tradición cultural cubana.
Los cubanos, si estudiamos con rigor la historia del pensamiento de nuestro país en su relación con el mundo, podemos hacer un aporte excepcional en este hermoso esfuerzo que Fidel ha fortalecido y enriquecido al situar el combate en defensa de la humanidad en el plano concreto de la lucha contra el terrorismo. Lo ha llevado a cabo exaltando la ética y el derecho. Nuestras banderas son cultura, ética, derecho y política solidaria. Ahí está la clave del momento crucial que estamos viviendo.
(1) Martí, José. Escenas europeas, O. C., t. 14, p. 60.