Por: Armando Hart Dávalos
Siempre los cubanos le hemos dado gran relevancia a la conmemoración del natalicio del Apóstol. Es una tradición que nos viene de la Escuela cubana, de los maestros y de muchas figuras intelectuales y políticas que mantuvieron vivo y actuante su pensamiento entre nosotros. Hoy la tiene más que nunca antes, pues la humanidad está en una crisis de civilización que por primera vez, en la dilatada y compleja historia del hombre, amenaza con provocar la muerte de nuestra especie. El pensamiento martiano y el método electivo de la tradición cultural cubana se han convertido en un referente indispensable para abordar esa crisis.
Hace ahora exactamente 115 años, en la sección En Casa, publicada en el periódico Patria, el 26 de enero de 1895, Martí formuló un concepto que tiene un significado cardinal en nuestros días: «Patria es Humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer». Con este cerraba el ciclo iniciado siendo un adolescente, en Abdala, al definir que el amor a la patria «es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca» y que podemos también relacionar con su toma de partido en aquel verso memorable: Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar.
Solo con una visión integradora de alcance universal podrán enfrentarse con éxito los colosales desafíos que hoy tiene ante sí el mundo en su conjunto.
Es la idea que guía a los cientos de médicos, enfermeros, epidemiólogos y otros trabajadores de la salud cubanos presentes en Haití, para socorrer a la población golpeada por el devastador sismo, con una secuela impresionante de destrucción y muerte. Es también lo que ha inspirado el sacrificio y el combate de nuestros cinco hermanos Antonio, René, Gerardo, Fernando y Ramón, secuestrados en cárceles norteamericanas.
Junto a este concepto que sirve de guía para el combate por la paz, la justicia social y el desarrollo con verdadero alcance universal debemos también exaltar, en los planos de la cultura y de la política, ese otro pensamiento suyo expuesto en su visionario ensayo Nuestra América: Injértese en nuestras repúblicas, el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas1.
América Latina y el Caribe cuentan con una tradición intelectual que se expresa en sus próceres y pensadores y que con su acento utópico y su vocación hacia la integración puede aportar las claves filosóficas que necesita el siglo XXI. Es lo que hemos caracterizado como el ALMA del ALBA. Es decir, la continuidad en nuestra centuria del pensamiento bolivariano y martiano.
Es indispensable estudiar el mensaje martiano en todos los aspectos, en particular en su visión integral de la cultura y su raigal sentido ético, que él sintetizó con belleza y claridad en su conocido aserto: Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre.
Cuba posee, en el legado martiano, la llave maestra para ayudar a salvar el mundo de una catástrofe de impredecibles consecuencias para toda la humanidad. No perdamos nunca la paciencia ni la inteligencia para promover el pensamiento martiano orientado hacia el compromiso de Patria es Humanidad. Es nuestra familia, la familia humana, la que reclama ese compromiso de honor.
1-J. Martí, Obras Completas. Nuestra América, t. 6 p. 18