Tiempos difíciles y aurora de esperanza

Por: Armando Hart Dávalos

En su mensaje al pueblo cubano por el aniversario 48 del triunfo revolucionario el Presidente Fidel Castro señalaba que “la humanidad vive difíciles tiempos, con guerras y peligros que surgen por doquier, y un desenfrenado proceso consumista, típico del sistema imperialista globalizado, que agota importantes recursos naturales y contamina el medio ambiente”. En efecto, los desafíos que tenemos ante nosotros y nuestras responsabilidades no sólo con el mundo de hoy, sino también con el de mañana, son enormes, y se ha convertido en imperiosa necesidad que todos los humanos, o al menos una gran parte de ellos, nos pongamos de acuerdo en relación con las acciones que debemos poner en marcha para salvar a la humanidad de una catástrofe sin precedentes.

De esto se trata: de desplegar acciones inaplazables que nos permitan enfrentar con éxito el drama real que tenemos ante nosotros. Nuestra especie, es más, todas las especies y la vida misma sobre la tierra, están en peligro de desaparecer si no cambiamos el curso de los acontecimientos, como también señaló nuestro presidente en otra ocasión. La familia humana y su larga evolución natural y social se hallan frente a un abismo.

Estamos en el deber de exhortar a todos los gobiernos del mundo sin excepción, a los científicos sociales y hombres procedentes de todas las ideologías y culturas, a asumir sus propias responsabilidades en defensa de la humanidad y, como se sabe, tenemos el inconveniente de que la oligarquía dominante de los Estados Unidos opone feroz resistencia a toda medida encaminada a evitar el desastre.

Ya desde las décadas finales del siglo XX se vienen planteando algunas inquietudes al respecto, pero en el XXI ellas adquieren, dolorosamente en nuestros días, una dimensión bien evidente. Existen razones muy objetivas de que los grandes medios tecnológicos acumulados por el hombre están afectando a la atmósfera, y hay razones también muy claras de que el drama social del hombre empeora por día y amenaza con el colapso de la civilización.

¿Tomará lecciones de ello la moderna civilización occidental? ¿Tendrá recursos, imaginación y voluntad para entender que la humanidad está aproximándose a límites que pueden ser insalvables? Hay un viejo concepto que martilla mi conciencia personal y pienso que la de todos ustedes: la historia de la sociedad humana “[…] terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clase beligerantes” (1), dijeron Carlos Marx y Federico Engels. ¿Saben ustedes lo que significa en estos tiempos de globalización el exterminio de todas las clases beligerantes? Ningún hombre sensato puede estar ajeno a esa disyuntiva.

La crisis social y económica que sufre la civilización occidental en su conjunto se enlaza dramáticamente con la afectación continuada a la atmósfera y a la naturaleza que viene haciendo el sistema dominante. Se ha convertido en una exigencia insoslayable estudiar con rigor cómo encontrar nuevos caminos para salvar a la humanidad de la combinación dramática entre los factores económico-sociales y los que corresponden a las ciencias naturales y tecnológicas. Ahí es donde se halla la mayor complejidad teórica y práctica de los más crecientes desafíos de nuestra época. Se ha convertido en una necesidad impostergable vincular el más elevado conocimiento científico natural con los contenidos en la historia de las humanidades y las ciencias del hombre.

Ha concluido el siglo XX y comenzado el XXI y la sociedad norteamericana atraviesa su crisis más profunda. El drama está en que no tienen más salida los gobernantes norteamericanos que comprender el alcance de este peligro y aplicar una política de convivencia civilizada o desencadenar lo peor. La dirigente socialista Rosa Luxemburgo había dicho ya a principios del siglo XX: “Socialismo o barbarie”. Últimamente he escuchado esta expresión: “Barbarie, si tenemos suerte”. Como revolucionarios vemos con optimismo el porvenir y luchamos por abrir cauce a los cambios radicales que permitirían no sólo salvar la humanidad de una catástrofe sin precedentes, sino también hacer realidad aquella consigna de libertad, igualdad y fraternidad, pero con verdadero alcance universal.

(1) Marx, Carlos. Engels, Federico. Manifiesto del Partido Comunista. Editora Política, La Habana, 1982. p. 18.