Cómo, cuándo y quiénes colocaron el busto de Martí en el Pico Turquino

«Cuba coloca al Apóstol en su lugar más alto, materialmente, y en lo moral señala que desde allí se encontrará siempre vigilante, como un faro de luz vivísima y ejemplar, para que señale el buen camino a las generaciones de cubanos».
En el Año del Centenario del natalicio de José Martí, en 1953, se organizaron en Cuba numerosas actividades para celebrar esa histórica fecha. Exposiciones, encuentros culturales y conferencias sobre la vida y la obra de nuestro Apóstol, se realizaron en todo el país.
Por este motivo la joven maestra Emérita Segredo Carreño, integrante de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, propuso en una reunión que el homenaje de esa institución fuera el de colocar un busto de Martí en el lugar más alto de nuestra Patria, en el Pico Turquino.
En una entrevista al diario El País, en 1952, la joven expresó: «Cuba coloca al Apóstol en su lugar más alto, materialmente, y en lo moral señala que desde allí se encontrará siempre vigilante, como un faro de luz vivísima y ejemplar, para que señale el buen camino a las generaciones de cubanos».
Gonzalo de Quesada y Miranda, quien era el director de la Fragua Martiana, y presidía la Asociación, acogió y apoyó la iniciativa. Contactó con la escultora Jilma Madera y le pidió que hiciera un busto idéntico al que había donado ella a esa institución y que se exhibía en uno de sus salones.
Cuando María Mantilla visitó La Habana en el año 1953, para participar en el homenaje a José Martí, Gonzalo de Quesada llevó a Jilma a conocerla. María recorrió la Fragua Martiana, le mostraron el busto y le revelaron que se trabajaba en el proyecto de colocarlo en el Pico Turquino.
La ejecución del proyecto recibió cooperación técnica del Instituto Nacional de Arqueología (INA), que presidía Roberto Pérez de Acevedo, y del padre de Celia Sánchez Manduley, el doctor Manuel Sánchez Silveira, a la sazón delegado del INA en Oriente.
La escultora afirmó a Granma en mayo de 1983 que: «La participación de Sánchez Silveira fue decisiva, pues él se ocupó de ejecutar la idea de llevar el busto de Martí a la Sierra. Desde entonces se estableció una correspondencia frecuente con él, al apartado 80 de Manzanillo, pues Sánchez Silveira estuvo en varias ocasiones en Ocujal con vista a resolver todo lo referente a la instalación del busto, que le enviamos por ferrocarril a Manzanillo, luego de hacerle llegar los planos, así como los fondos para pagar los salarios a los campesinos que contrató para realizar el trabajo».
La réplica que modeló Jilma del busto de Martí para colocarlo en el Pico Turquino era más pequeña, fundido en bronce, de unas 163 libras de peso para facilitar su ascensión.
El arquitecto de la Fragua Martiana, Antonio Luis Sánchez, confeccionó los planos del monumento, previo a un estudio que realizó, teniendo en cuenta la inclemencia del tiempo en esa altura.
Es posible que lo anteriormente mencionado se tuvo en cuenta cuando se levantó el pedestal, con piedras rústicas de la propia montaña, para no tener que subir a esa altura otros materiales para su construcción.
La tarea de trasladar el cemento, el agua y otros elementos, además del busto en parihuelas, lo realizaron doce hombres que tuvieron que sortear estrechos y peligrosos trillos en medio de condiciones climatológicas adversas.
En un ómnibus de la línea Santiago-Habana partió el grupo martiano el 17 de mayo. Llegaron a Santiago de Cuba al día siguiente, que dedicaron a recorrer lugares de interés históricos en esa ciudad.
En la mañana del 19, aniversario de la caída del Maestro, el grupo martiano realizó una guardia de honor en el Mausoleo de Santa Ifigenia que custodia sus restos. Allí se les unió la compañera Celia Sánchez Manduley quien tenía a su cargo filmar el histórico hecho y tomar fotografías.
El doctor Manuel Sánchez Silveira estaba al frente de la expedición que la integraban además: su hija, Celia Sánchez Manduley; la escultora Jilma Madera; y las hermanas Emérita y Cila Segredo Carreño.
También formaban parte del grupo el doctor Roberto Pérez de Acevedo, presidente el Instituto Nacional de Arqueología (INA); Aníbal T Díaz; Jesús Fernández Lamas y su hijo Jesús Fernández García; Francisco Domínguez; Ramón Martín; Gerardo Houget Muñoz; Orlando E. Pita Aragón y Arnaldo Cobo Bonzón, entre otros acompañantes.
Más tarde todos se embarcaron en la goleta Glenda, que enfiló rumbo este, bordeando la costa hasta llegar ya de noche y bajo un torrencial aguacero a Ocujal del Turquino, donde los esperaba el administrador del Aserradero.
Temprano en la mañana el grupo partió en un camión del Aserradero hasta Arroyo Naranjo. Luego comenzó el fatigoso y peligroso ascenso hasta Altos de Babiney, a 1 127,7 metros de altura, después llegaron a Altos de Cardero, a 1 200,9 metros.
Más tarde arribaron a la Cueva del Aura, que los campesinos llamaban Campamento Martí, a 1 402 metros, donde hicieron noche.
Tres individuos desconocidos que habían navegado en la misma embarcación desde Santiago de Cuba hasta Ocujal, pretendieron unirse al grupo en el ascenso, lo cual fue rechazado tajantemente.
No obstante los individuos se presentaron en el campamento Martí, uno de ellos herido en un pie. La escultora relata que Sánchez Silveira atendió al herido, y agregó a Granma en mayo de 1983:
«Entonces se identificaron como agentes del SIM y trataron de justificarse diciendo que cumplían órdenes, pues, afirmaron, se sospechaba que el grupo iba a fomentar un alzamiento con armas que recibiría en un helicóptero».
Ellos no podían imaginarse que el alzamiento se efectuaría casi tres años después, sin el helicóptero, en el yate Granma con un grupo de combatientes que estaban dispuestos a morir en su empeño por liberar a Cuba de la tiranía batistiana.
Al amanecer del 21 de mayo reiniciaron el ascenso. Caminaban en fila india, por un estrecho sendero de tupidas malezas con la emoción de llegar a la cima del Turquino.
La mañana era fría pero soleada, cuando al fin alcanzaron el firme de la cumbre. Habían llegado al Pico Real de Turquino, a 1 974 metros sobre el nivel del mar.
De inmediato comenzaron a trabajar para terminar la base del monumento, los dos metros más que se la habían añadido al mismo, a la altura del Pico Turquino y a colocar la tarja.
A las 12 del día en un asta improvisada, con una rama de un árbol, se izó la bandera cubana y se procedió a develar el busto de Martí. El solemne acto lo presidieron el doctor Manuel Sánchez Silveira y Aníbal T. Díaz.
Seguidamente se depositaron las flores donadas por los Grupos Martianos de Santiago de Cuba, y Sánchez Silveira pronunció unas breves pero emotivas palabras.
Se procedió a firmar el acta oficial donde se hacía constar los objetivos de la expedición y su significación histórica y se colocó el documento en un montículo que la Asociación  Geodésica mantenía allí. Y Celia Sánchez regresó al Turquino el 28 de abril de 1958, en uniforme verde olivo y con un fusil al hombro, acompañando a Fidel, a Raúl, a Camilo y a otros combatientes, cuando el periodista estadounidense Robert Taber, de la CBS, grabó la entrevista que dio a conocer al mundo que el  Ejército Rebelde se mantenía en el macizo montañoso de la Sierra Maestra bajo el mando de Fidel Castro.

Fuente: http://www.granma.cu