Université de La Réunion
Apóstol y héroe nacional, padre espiritual de la Revolución Cubana, José Martí está considerado uno de los más grandes pensadores latinoamericanos del siglo XIX.
1. José Julián Martí Pérez nació el 28 de enero de 1853 en La Habana de la unión de Mariano de los Santos Martí y Navarro y de Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez y Cabrera, ambos españoles, respectivamente oriundos de Valencia y de Tenerife. Es el hijo mayor y único varón de una familia de ocho hijos.
2. A los siete años ingresa en la escuela San Anacleto donde conoce a Fermín Valdés Domínguez, quien se convertiría en amigo íntimo, de quien alabaría la “lealtad” y la “grandeza”.
3. En 1862, su padre, funcionario de justicia, es nombrado juez itinerante en la provincia de Matanzas, en la zona central de la isla. Así, a los nueve años, el joven José descubre con espanto la realidad de la esclavitud y las condiciones miserables a las que se somete a gran parte de la población. La trata negrera lo marcaría de por vida y sería uno de sus principales combates. Escribiría al respecto: “En vano habían pedido los cubanos ilustres la cesación de la esclavitud, que no pidieron jamás los españoles. España, sorda, era la única nación del mundo cristiano que mantenía a los hombres en esclavitud. […] Y se alzaron en guerra los cubanos, rompieron desde su primer día de libertad los grillos de sus siervos, convirtieron a costa de su vida la indignidad española en un pueblo de hombres libres. La revolución fue la que devolvió a la humanidad la raza negra, fue la que hizo desaparecer el hecho tremendo. […] La abolición de la esclavitud [por la Asamblea de Guáimaro el 10 de abril de 1869] es el hecho más puro y trascendental de la revolución cubana. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad”.
4. En 1865, José Martí regresa a La Habana e ingresa en la Escuela de Varones donde tiene un encuentro decisivo: Rafael María de Mendive, director de la Escuela, favorable a la independencia de Cuba, se convertiría en su padre espiritual y su “maestro”. Guardaría un entrañable recuerdo de él: “¿Cómo quiere que en algunas líneas diga todo lo bueno y nuevo que pudiera yo decir de aquel enamorado de la belleza […] [que] no escribió jamás sino sobre verdades de su corazón o sobre penas de la patria? […] Cómo juntó, con el cariño que emanaba de su persona, a cuantos […] amaban como él la patria”. Un año más tarde, José Martí ingresa el Instituto de Enseñanza Secundaria de la calle Obispo de La Habana y reside en casa de su maestro Mendive.