En numerosos textos, conferencias y entrevistas para la prensa escrita y los diversos medios de difusión, Eusebio Leal se refirió a la vida, la obra y las ideas del Maestro. Su mirada siempre pasó por los singulares rasgos de aquel ser cuya vida privada se subsumió en su constante quehacer por Cuba y Nuestra América, y por el bien mayor del hombre. Por tanto sus juicios han de ser atendidos no solo por la emoción que siempre Leal lograba despertar en todos su oyentes y lectores, sino que, además, no pueden ser desechados por quienes andamos por el campo de los estudio martianos. Y si ello, sin dudas, basta para considerarlo como un martiano, quizás sería más apropiado estimarlo así por su obra historiográfica y, sobre todo, tanto por su vasta y maravillosa labor de conservación del patrimonio nacional, como por insistir en rescatar los mejores valores y la memoria histórica del pueblo cubano con su mismo ejemplo.
El Centro de Estudios Martianos contó siempre con el acompañamiento del historiador de La Habana en su ejercicio institucional y también con su generoso apoyo a la conservación de nuestra sede, donde residió el hijo del Maestro, José Francisco Martí y Zayas-Bazán.
El Centro de Estudios Martianos comparte el dolor del pueblo cubano por el fallecimiento de Eusebio Leal Spengler en la mañana del viernes 31de julio y expresa su compromiso de honrarle mediante la continuación de nuestra labor de cuidado de la obra patrimonial de Martí así como de su estudio y promoción, siempre con las mismas dedicación y entrega entusiasta de nuestro compañero Eusebio Leal Spengler.
CENTRO DE ESTUDI0S MARTIANOS
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El culto a Martí, por Eusebio Leal
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EUSEBIO LEAL, UN TESTIMONIO AGRADECIDO
Dra. Marlene Vázquez Pérez
Directora del Centro de Estudios Martianos
Eusebio Leal nos deja a los cubanos de todas partes, y especialmente a los habaneros, ya sea por residencia o por imperativos de trabajo, más que el recio dolor por su partida, que aun siendo esperada nos ha golpeado a todos duramente, el reto de seguir su ejemplo. Y digo reto a sabiendas de que se trata, según el DRAE, de un “objetivo o desafío difícil de llevar a cabo, y que constituye por ello un estímulo y un desafío para quien lo afronta.”
Si somos leales con este ser humano extraordinario, que no solo se llora en Cuba o por los nacidos en ella, sino en muchas otras latitudes, no nos queda más remedio que afrontarlo gustosamente e intentar, desde nuestras humildes posibilidades, la puesta en práctica de su magisterio. Siempre entregado al trabajo, consciente de su valía, pero pleno de humildad, presto a laborar por el bien común, a salvar y recuperar cada piedra de su ciudad, pero también a cada ciudadano de su entorno, especialmente a los más vulnerables. Conocedor de cada historia, tradición o leyenda de su Habana, pero patriota entero, amante de su Isla y del legado de sus próceres, y a la vez ciudadano del mundo… Dueño de un verbo privilegiado, maestro del buen decir, anclado en la mejor tradición oratoria cubana, fue de una coherencia sólida entre palabra y obra, de manera que en él se cumple, como en pocas personas, aquel aserto martiano: “Hacer, es la mejor manera de decir.”
Hoy, frente al hecho cruel de su adiós postrero, y la multitud de páginas que se amontonan en las redes, en prensa plana y digital, y en las emisiones de los noticiarios de muchos países, me pregunto qué más puedo añadir a sus exequias, como no sea un testimonio personal relativo a dos oportunidades en que tuve la posibilidad de intercambiar de cerca con él.
Cuando era Coordinadora académica del Anuario del Centro de Estudios Martianos, le pedimos a Eusebio que nos presentara el número 33, en la Feria del Libro de La Habana, de la cual el CEM era subsede. Conscientes de que el Anuario llegaría tarde a la fecha de presentación planificada, lo cual se ha convertido casi en una regularidad para esta publicación, le explicamos a Leal que aún no teníamos ejemplares, y nos pidió que le enviáramos el Pdf, para hacer siquiera una lectura somera. El día señalado, ambos llegaron juntos, el presentador y el presentado, apenas dos o tres minutos antes de la hora prevista. Cecil Canetti, entonces directora editorial, Ela López Ugarte, editora del Anuario, y yo, estuvimos en un temblor todo el día, a la espera de poder entregarle el ejemplar impreso, pero no fue posible. Al saludarnos, y notar que nuestros nervios estaban a flor de piel, y que nos embargaba la timidez, nos dijo con afecto y sencillez: “Adelante, que todo va a salir bien”. Acto seguido, pasamos al estrado en el Salón Bolívar, y en mis breves palabras iniciales, aludí a que la tinta aún fresca no era una metáfora, sino un hecho tangible, porque nos manchaba las manos. Eusebio hizo gala entonces de su cubanísimo sentido del humor, asumiendo jocosamente lo que a nosotras nos parecía un auténtico desastre, y luego de reír de aquello, y de referirse a la capacidad de los cubanos para sortear obstáculos de todo tipo, elogió largamente el oficio de impresor, comentó el poema de José Martí “De noche en la imprenta”, y valoró globalmente el número, en el que aparecían no pocos trabajos de valía, y la labor editorial del Centro. Luego, nos deslumbró a todos contándonos sobre un libro suyo en proyecto, cuyo título provisional era Martí, María y las dos Carmen. Con su memoria prodigiosa y su pasión característica, fue desgranando anécdotas, fragmentos de cartas inéditas de esas dos mujeres tan ligadas a la vida del Apóstol, testimonios de terceros, de modo que los minutos se fueron sin sentir. Casi una hora después, ya no nos acordábamos de la zozobra vivida durante todo el día, y ante la realidad de tener que cerrar la presentación, sólo di gracias a los autores, casi todos presentes, y declaré que después de escuchar a Eusebio Leal, nadie tenía más que decir.
Años después, me lo encontré por casualidad en la Plaza de San Francisco, en La Habana Vieja, en uno de sus andares cotidianos. Lo saludé brevemente, pensando que no me recordaba, y cuál no sería mi sorpresa cuando aludió al Centro y al Anuario. Era el año 2012, cuando se cumplía el bicentenario de otro grande de Cuba, Antonio Bachiller y Morales, y yo llevaba en la cartera un ejemplar de la edición crítica de la semblanza de Martí sobre el erudito cubano, con estudio introductorio y notas mías, que habíamos publicado como homenaje del CEM a la efemérides. Se lo obsequié confundida, y me pidió que se lo dedicara y que le pusiera mi dirección de correo, luego de darme las gracias efusivamente, sobre todo “por Bachiller, que merece ser más recordado y estudiado”, me dijo. Días después, ese hombre ocupadísimo, lleno de tareas, encontró tiempo para escribirme, haciendo comentarios que demostraban con cuánta atención leyó aquel texto, que hoy me parece imperfecto, y para reiterar su agradecimiento. Una muestra más de su grandeza y caballerosidad.
Por mi parte, ante el hecho irrefutable de su deceso, me resisto a creer en la verdad de su despedida definitiva. Mientras exista La Habana, estará entre nosotros, y las huellas de sus pasos ágiles y el eco de sus palabras, poblarán las piedras, retumbará entre las arcadas, y nos esperarán a la vuelta de cada esquina, como presencia intangible, hechas unas en el alma de la urbe. Luz y paz para él, que hizo el bien y fue útil.
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MENSAJE POR LA PARTIDA DE EUSEBIO LEAL
María Caridad Pacheco
El pasado mes de enero se cumplieron diez años de la entrega a Eusebio Leal Spengler de la Distinción “Pensar es Servir” , con la cual el Centro de Estudios Martianos reconoce el quehacer destacado de personalidades e instituciones en la investigación y promoción de la vida y obra del Apóstol. Fue un acto de absoluta justicia en tanto, para Leal, Martí– junto a la historia de Cuba, Céspedes y La Habana–, fue una perenne obsesión, y también porque durante su vida mostró una posiciónética y una vocación de seguir la senda del Maestro. En el campode los estudios martianos el país le deberá siempre un gran reconocimiento por su infatigable labor y numerosas iniciativas. En su partida a la inmortalidad, este raigal martiano ha dejado una estela de obras y una conducta por las que su pueblo lo recordará siempre.
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EUSEBIO LEAL, EL CONSTANTE.
Es raro encontrar en un hombre una pasión restauradora tan bien cumplida, no porque cualquier hijo de vecino no tenga su propio sueño, un afán por cumplir largamente ansiado, una capacidad natural para desarrollarla, sino porque la vida suele ser lo suficientemente sorpresiva y complicada como para que no siempre coincidan la vocación, la inteligencia y la oportunidad. Las tres condiciones pudieron realizarse en este hombre.
Eusebio Leal empezó por amar las chinas pelonas de las calles coloniales de la Habana Vieja, y luego encontró fuerzas para restaurar el viejo casco histórico tan venido a menos, y consiguió el apoyo suficiente no desde la riqueza, sino más bien desde una pobreza que alcanzaba para el amor de la ciudad, para lo que llamaba José Lezama Lima “la fineza criolla” capaz de comprender la necesidad de adecentar la casa.
No hay que despedirlo, siempre va a estar en cualquier recodo de la vieja ciudad, la linterna del Capitolio siempre lo anunciará, el cañonazo de las nueve, retumbando en las paredes de las fortalezas del puerto, siempre lo proclamará.
Carmen Suárez León
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Sí, quedarás para la posteridad
Pocas veces un pueblo se ha sentido tan consternado ante la desaparición física de una personalidad nacional, cómo lo ha sido la pérdida de nuestro querido Eusebio Leal Spengler. Más allá de la ideología que defendamos, de la religión que profesemos o de los pensamientos políticos que mantengamos, todos hemos sentido su partida en lo más profundo de nuestra esencia, porque Eusebio Leal se percibió siempre muy cercano, a pesar de su innegable talento y genialidad, fue extremadamente sencillo, un hombre de pueblo. El 18 de octubre de 2019 en una entrevista realizada en la Mesa Redonda, su humildad quedó demostrada cuando expresó: «Yo no aspiro a nada, no aspiro ni siquiera a eso que llaman la posteridad; yo no aspiro a nada, yo solo aspiro a haber sido útil.» Pero sí quedarás para la posteridad, no solo recordaremos al gran comunicador que nos deleitaba con su oratoria perfecta, al historiador excepcional apasionado eterno por la Habana y descubridor de sus memorias, al intelectual incansable, estudioso de la vida de José Martí al cual consideró parte importante en su formación, más que todo esto, quedará por siempre la obra que creaste durante años de dedicación y entrega, has dejado una huella imborrable en todos los cubanos que tuvimos la dicha de vivir en tu tiempo y sin lugar a dudas en las próximas generaciones que conocerán tu legado de sabiduría, de laboriosidad inagotable por rescatar el patrimonio cultural cubano, pero sobre todo al legado de valores humanos que enaltecieron tu existencia.
Lien Mas
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Eusebio, el tribuno leal de La Habana
Mario Valdés Navia
Las ideas trascienden si encuentran individuos que las hagan realidad y logran calar en el pueblo. Sin Eusebio Leal, la aspiración de conservar el centro histórico de La Habana y los demás valores del patrimonio edificado de tan ecléctica Ciudad Maravilla no hubiera sido posible. Por eso, su obra trasciende los marcos del historiador, arqueólogo, restaurador, o antropólogo aplicado, para convertirlo en el Tribuno de La Habana, su cultura y su gente, en primer lugar, la más humilde.
Aunque nunca trabajé a su lado, la pertenencia al Comité Nacional de la UNHIC (2001-2003) y mi condición de Historiador de Sancti Spiritus (1998-2004) me permitieron conocer de primera mano, no solo su obra, sino su manera de pensar, hacer y comunicarse con públicos diferentes. Eran momentos en que el país –y La Habana, en particular− tomaba nuevos aires tras superar los años más duros del Período Especial.
Constaté que de él pudiera decirse lo que de Martí apuntara Diego Vicente Tejara acerca del poder de fascinación de la palabra humana, esa que Eusebio repartía sin reservas entre interlocutores, públicos académicos y gente de la calle. En varias ocasiones, mostrándonos sus incontables proyectos, se detenía ante un inmueble y, lejos de hablar solo para sus acompañantes, buscaba algo donde subirse para comunicarse con el mayor público posible. A su improvisada convocatoria, acudían de inmediato trabajadores, transeúntes y turistas para no perderse la oportunidad de disfrutar del torrente de su desbordante sapiencia.
Tres enseñanzas aprendí de él sobre el significado de la obra de restauración, si se hace por, y para, el pueblo. Primero, sus discusiones sobre por donde empezar, cuando el dinero y los materiales eran escasos y todo estaba por hacer. Al final logró imponer su criterio de hacerlo por la Fuente de La India, lo que argumentó en el sentido de que todos debían comprender, al observar la hermosura de la obra terminada, que la restauración traería consigo el disfrute público de la belleza para todos los habaneros y sus visitantes, no solo para turistas, o públicos selectos.
Lo segundo, fue su promoción de las Aulas Museo en las principales instituciones culturales de la OHC, proyecto por donde rotarían todos los escolares del municipio durante períodos determinados del curso. Cuando las escuelas apenas empezaban a restaurarse y la escasez de alimentos golpeaba con saña a los hogares pobres de la Habana Vieja, ver a miles de niños salir contentos de aquellas aulas privilegiadas, con largas flautas de pan de la shoping sobresaliendo de sus humildes mochilas para llevar a sus casas, mostraba a las claras el perfil popular de la obra restauradora.
Lo tercero, fue su empeño por dar preferencia de empleo en las instituciones de la OHC a los habitantes del centro histórico. Bajo ese principio, profesionales recién graduados sin plazas se convirtieron en especialistas de primer nivel, jóvenes desempleados entraron a escuelas talleres y aprendieron un oficio con los mejores maestros, mientras que mujeres y adultos mayores se convirtieron en veladoras, personal de limpieza y custodios de instituciones cercanas a sus casas a las que antes apenas conocían. Eusebio solía decir que nadie como los vecinos para amar y cuidar las riquezas públicas de su barriada.
Así, este nativo de Cayo Hueso, cuyo genio autodidacta lo llevó a alcanzar los mayores grados científicos y académicos, honores de gobiernos y universidades y un lugar relevante en la vanguardia intelectual de Cuba, contribuyó a sacar de la miseria y la marginalidad social a miles de familias humildes de La Habana, propició la construcción, reparación, o mudanza de sus hogares y les abrió cauces para ganarse el sustento y la prosperidad de manera honrada. Como los Graco para la plebe romana, fue un verdadero tribuno popular de su ciudad, y dejó modos de pensar y hacer que será preciso defender y desarrollar por secula seculorum.
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Eusebio y la poesía
Eusebio Leal es la prueba de que la poesía y la historia avanzan juntas, el ejemplo imperecedero de la encarnación de la poesía en la realidad: qué cosa, sino poesía, eran sus largas evocaciones de la historia de Cuba, de las vidas de sus grandes próceres, infundiéndolas de una presencia y tensión dramáticas subyugantes. Probó con creces el valor del trabajo, que el trabajo y el amor se unen en un solo haz. Fue grande a los ojos del barrendero y el arquitecto. Unió con amor y con ejemplo, manera eficaz y mágica de ser martiano, y de ser cubano.
Caridad Atencio
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Eusebio Leal tuvo el raro don de la palabra hablada. Su voz estaba conectada a las fibras de su corazón. Sus ideas convencían y se hacían atrayentes cual campo magnético. Si Barthes dijo que Voltaire fue el último escritor feliz. Podríamos decir que, en nuestra humilde isla, Leal fue el último orador feliz. Discursos que llevaron a acciones. Parafraseando la frase latina: «Las palabras vuelan, los hechos, los escritos, las construcciones permanecen». El historiador de La Habana nos dejó todo esto: oficina de trabajo, libros, edificios restaurados. Cuando un idealista se combina con un materialista, en una misma persona, aparece el ser más útil para una sociedad. Muchos subvaloran la importancia de la palabra, de la forma, pero que idea prende y perdura mejor sino aquella que se hace con sacrificio, ejemplo, belleza. Como su adorado Caballero de París, Eusebio será el loco recordado por La Habana y por Cuba, el verdadero martiano que unió corazones y los hizo seguir tras su ejemplo de cultura, esfuerzo y perdón.
David Leyva
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FIELES AL EJEMPLO DE EUSEBIO LEAL
El 31 de julio, en horas de la mañana, recibí la noticia de la muerte de Eusebio Leal. No por esperada, fue menos la conmoción, que me ha impedido hasta hoy manifestar mi pesar por su fallecimiento, y el mayor compromiso con su legado cultural, su pensamiento y su actuación.
Muchos han recordado sus méritos intelectuales, su sabiduría, su justa actuación política; me referiré a su ejemplo vital, su estoicismo ante una enfermedad contra la que luchó durante años, con recaídas abismales, de las cuales se empinaba, vencedor de la muerte. El rasgo que más me alarmaba, entonces, era la debilidad de su voz, esa voz inolvidable que alertaba y alentaba, instruía, inspiraba, y que en pocas semanas volvía a alcanzar tono y melodía, profundidad y claridad. Era, de nuevo, Eusebio. Lo veíamos de nuevo andar su Habana con paso breve y seguro, vestido de gris, devolviendo saludos, instruyendo a constructores, oído atento a sugerencias, opiniones y quejas. Continuaba siendo, como siempre, Leal.
Pero sabíamos que de aquellas batallas, si bien no emergía derrotado ―nunca se dejó derrotar― su cuerpo se debilitaba. No sus convicciones, no su espíritu alerta y combativo, por lo que continuaba, admirable, su trabajo, su labor de restaurador, de maestro, de historiador, de organizador, de tantos oficios y profesiones cuyos desempeños en ocasiones sorprendían hasta a sus más cercanos colaboradores.
Al Historiador de la Ciudad, al colega, al revolucionario incansable, debemos recordarlo no sólo en pensamiento, sino fundamentalmente en actos. Tenemos que defender y proteger lo realizado por este cubano enraizado en los sentimientos de cientos de miles de personas que lo admirábamos en vida. El propósito ha de ser ―lo más difícil― que lo alcanzado por él no desaparezca en manos indolentes o malintencionadas, sino constituya motivo de enfrentamiento contra todo intento de revertir su obra. No puede haber vacilaciones ante quienes intentan levantar muros para limitar el acceso a espacios desde siempre disfrutados por las mayorías, ante los que agreden la naturaleza y el patrimonio natural y material, ante los miméticos aspirantes a derribar monumentos y estatuas. Continuemos los propósitos de Eusebio Leal, para que La Habana no deje de ser maravillosa, para que nuestra patria siga siendo libre e independiente.
Ibrahim Hidalgo