Hace 119 años, el cinco de febrero de 1892, el Liceo Cubano de Tampa comunicó a José Martí su nombramiento como Socio de Mérito de la institución, por acuerdo unánime de los socios.[1] La propuesta partió del Secretario, Andrés Sánchez Iznaga –su amigo desde que, junto a su hermano Félix, lo conocieran en New York, 1888−. Ninguna agrupación cubana de Tampa, excepto el Club Ignacio Agramonte, estuvo tan ligada al apostolado martiano en esa comunidad al servir de escenario a sus principales discursos y triunfos políticos; pero su significado patriótico no se limita a tan importante faceta. El Liceo era la más antigua e importante institución cultural cubana de Ibor City y, como tal, fue asiento de la mayoría de los acontecimientos más relevantes ocurridos en la Tampa cubana de fines del siglo XIX.
El Liceo Cubano de Ibor City era un instituto docente patriótico clasificado inaugurado en 1887 como una “sociedad artística literaria”. Radicaba en la Séptima Ave, entre las calles 13 y 14 –casi al lado de su homólogo rival: el Centro Español de Tampa−, en el caserón de madera que ocupara la primera fábrica del opulento valenciano Vicente Martínez Ibor, gran amigo de los cubanos, quien lo donara a tales efectos cuando terminó la construcción del nuevo edificio de ladrillos que albergaría su inmensa usina “El Príncipe de Gales”, la mayor del mundo en aquel momento.
La idea de crear una institución cultural y educativa al servicio de los obreros cubanos y sus familias partió de Ramón Rivero y Rivero (La Habana, 1856-Gibara, 1908), quien fungía como lector de tabaquería en la “Príncipe de Gales”. Masón grado 33, líder obrero de tendencia anarquista, orador brillante y periodista, Rivero apoyó desde la sección en español del The Equator Democrat, de la que era redactor, el traslado de Martínez Ybor con sus trabajadores y familias desde Cayo Hueso a Tampa, en 1886.[2] En 1888, Rivero organizó la Liga Patriótica, con el fin de preservar ese sentimiento en la comunidad cubana y defender a los tabaqueros de Ibor City. La Liga tenía una estructura y ceremonial secretos, similar a las logias masónicas y la Convención Cubana de Cayo Hueso. Como fachada pública de índole cultural, la Liga adoptó al Liceo Cubano, con el que compartía hasta la misma directiva fundacional: Ramón Rivero Rivero y Andrés Sánchez Iznaga.
En el gran salón del Liceo tampeño se efectuaban frecuentes actividades político-culturales pletóricas de cubanía, al estilo del Instituto San Carlos de Cayo Hueso. Para ello se acondicionó como una sala teatro donde se presentaban diversas puestas en escena, actividades sociales y se educaban gratuitamente los socios y sus hijos en una escuela nocturna que tenía como director maestro al prócer espirituano del 68, Néstor Leonello Carbonell. Así, la vida del patriota emigrado transcurría entre el hogar, el taller y el Liceo.
El Liceo fue la sede del primer acto político de los cubanos en Tampa: la conmemoración del el 10 de Octubre de 1887, auspiciado y organizado por esta institución. También sirvió de asiento a la fundación, en la noche del 16 de mayo de 1891, del combativo club Ignacio Agramonte, presidido por Néstor Leonello Carbonell. A poco de creado, el club efectuó en el Liceo Cubano el acto conmemorativo del 10 de octubre, con la participación de las principales autoridades y personalidades locales, encendidos discursos patrióticos y una conclusión desbordante, con gran desfile de todas las instituciones cubanas de la localidad, encabezado por los miembros del club Ignacio Agramonte. Tanta repercusión tuvo que provocó la airada protesta del embajador hispano ante el gobierno de los Estados Unidos.
La relación del Maestro con el Liceo antecede y motiva su primera visita a Tampa, pues cuando Néstor Leonelo le escribe a Enrique Trujillo, el 16 de octubre de 1891, para que entregue a Martí el convite tampeño es para que asista a una velada cultural que se planea en beneficio del Liceo Cubano. Fue este local el escenario del recibimiento multitudinario de los emigrados a José Martí, en la madrugada del 26 de noviembre. Esa noche se efectuó en el gran salón la velada de marras donde lo antecedieron en el uso de la palabra los líderes locales Ramón Rivero y Néstor Leonello Carbonell, se presentaron números de canto, música y poesía y Martí pronunció su extraordinaria oración “Con todos y para el bien de todos”.
Al día siguiente, el Liceo Cubano sirvió de sede a la velada en recordación a los sucesos del 27 de noviembre de 1871, auspiciada por la Liga Patriótica, donde Martí profirió su no menos famoso discurso “Los pinos nuevos”. Gracias a la previsión de la directiva del club Ignacio Agramonte, ambas piezas fueron recogidas por el taquígrafo cubano Francisco María González y Quijano (Vueltas, 1862-La Habana, 1926), residente en Cayo Hueso, y compiladas en folleto titulado Por Cuba y para Cuba que se hizo llegar a las emigraciones y a Cuba.
También fue el Liceo, el escenario del gran banquete de despedida, el día 28, organizado por la Liga Patriótica y el club Ignacio Agramonte. En ese acto se aprueban por aclamación las famosas Resoluciones de Tampa, redactadas por Martí y un grupo de patriotas y leídas por Ramón Rivero, que darían origen al Partido Revolucionario Cubano. La niña Candita Carbonell le entregó una pluma y un tintero como recuerdo tampeño y el Apóstol pronunció un discurso conmovedor.[3] Del Liceo partió una columna de cuatro mil cubanos, y otras nacionalidades, que desfilaron con banderas, antorchas y la Banda Cubana de música, quienes dieron al visitante una despedida multitudinaria en el paradero de Tampa.
A partir de entonces, el Liceo multiplicó sus acciones en pro de la independencia cubana. El diez de abril de 1892, cuando las asociaciones de cubanos y puertorriqueños de Nueva York, Tampa y Cayo Hueso proclamaron el Partido Revolucionario Cubano, el Liceo Cubano de Tampa, junto al Liceo San Carlos de Cayo Hueso, y el Military Hall de Nueva York fueron las sedes de las magnas asambleas. Desde ese momento, el Liceo Cubano se convirtió en sede de las reuniones del Delegado con el Cuerpo de Consejo local y los plenos de los clubes; así como de los actos de despedida en cada una de sus visitas, casi siempre terminadas en marchas multitudinarias hasta el paradero, con banda de música al frente, hasta despedirlo en la escalera del tren que lo llevaba hasta el puerto.
Entre las más importantes visitas del Delegado al Liceo de Tampa se cuenta la que efectuara entre el 16 y 20 de julio de 1892, acompañado por importantes líderes: José Dolores Poyo, Carlos Roloff y Serafín Sánchez. El primer día, el Liceo acogió el grandioso recibimiento dado por los miembros de los clubes, con acto y marcha incluidos. La noche siguiente, hubo gran mitin al que asistieron unas 1500 personas y, a propuesta de Martí, las sillas se sacaron a la calle, engalanada con banderas y motivos cubanos e iluminada con faroles eléctricos. Hubo numerosos oradores, entre ellos Rivero, Poyo, Roloff y Martí. La despedida del 20 en el Liceo, incluyó una espléndida manifestación obrera cubano-española y acto masivo que concluyó el Delegado.
En sus dos visitas de diciembre, el Apóstol habló tres veces en el Liceo. El diez, en la fiesta por el cuarto aniversario de la Liga Patriótica; el once en concurrido mitin de despedida y el 22, en similar actividad, festejaron la creación, por especial encargo del Delegado, del club Diez de abril. Durante las seis visitas que efectuara a Tampa en 1893 y las cinco de 1894 –entre ellas, la de mayo 19 al 26, en compañía de Panchito Gómez Toro−, visitó el Liceo Cubano y en casi todas desplegó su oratoria en el salón de actos ante numerosa y enardecida concurrencia. En todas utilizó los espacios de la sociedad para reuniones con los clubes y el Cuerpo de Consejo tampeño, presidido por Rivero.
Tras la muerte del Apóstol y la promoción del insigne Fernando Figueredo (Camagüey, 1846-La Habana, 1929) a alcalde de West Tampa, Sub-delegado del Partido Revolucionario Cubano y Agente de la Legación de la República de Cuba en Tampa, el Liceo incrementó aún más sus acciones en pro de recaudar fondos para la guerra, sostener alto el sentimiento patriótico y honrar a los líderes que pasaban por la ciudad en sus trajines revolucionarios, hasta que se obtuvo la victoria sobre la metrópoli en 1898. Nadie mejor que un exiliado observador para trasladarnos de primera mano lo que significaba el Liceo Cubano de Tampa para aquella aguerrida comunidad y los numerosos expedicionarios y visitantes que asistían a sus actividades:
El Liceo es una institución que tiene siempre las puertas abiertas para todo lo que sea generoso, y sobre todo, para todo lo que de cerca o de lejos afecte a los intereses de la patria. ¿Qué cubano de mérito que haya estado en Tampa no ha pasado por el Liceo? […] El día que falte el Liceo, quedará su recuerdo imborrable, pero ese día no ha de llegar, porque en sostenerlo están empeñados todos. Es nuestra casa.[4]
En 1898, el Liceo fue disuelto −como casi todas las instituciones de los emigrados cubanos− pero sus antiguos socios pronto erigieron su continuador, el Club Nacional Cubano, inaugurado el diez de octubre de 1899. En 1902, se transformaría en el Círculo Cubano, institución que todavía existe como defensor de la huella cubana. Del Liceo Cubano de Tampa siempre quedará como valoración más preciada, la que Martí hiciera de él cuando lo conoció en su primera visita de 1891: “[…] la casa del pueblo, que todo el pueblo paga y administra, y donde el pueblo entero se educa y se reúne.”[5]
[1] “Carta del Liceo Cubano en Tampa a José Martí, 5 de febrero de 1892” (firmada por el secretario Andrés Sánchez Iznaga), en Luis García Pascual: Destinatario José Martí, Casa Editorial Abril, La Habana, 2005, p.280.
[2] Además, Rivero fundó la Revista de Florida, fue Delegado por el Condado de Hillsborough a la Convención del Partido Republicano en Jacksonville en 1890, donde pronunció un viril discurso contra un proyecto de ley del senador William Mckinley y el representante Marius Bronscius, contrario a los intereses cubanos en el tabaco; creó la Federación Cubana de Obreros, el Cuba –órgano del PRC en Tampa−, fue Presidente del Cuerpo de consejo del PRC y Sub-delegado de la Legación Cubana en Tampa.
[3] Este discurso yace perdido, igual que muchos otros que pronunciara en el Liceo. En Patria del 16 de julio de 1892, en una carta de Luis M. Ruiz fechada en Tampa el 10 de julio, hay un fragmento de un discurso pronunciado por Martí en el Liceo Cubano, el 6 de julio.
[4] Gálvez, Wen “Tampa. Impresiones de emigrado”. Establecimiento tipográfico Cuba, Ibor City, Tampa, 1897, p. 121-122.
[5] “Oración de Tampa y Cayo Hueso”, New York. 17 de febrero de 1892, OC, T4, p.293.