Escuela de electricidad
Al mundo nuevo corresponde la Universidad nueva.
A nuevas ciencias que todo lo invaden, reforman y minan nuevas cátedras.
Es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época, y la época.
Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él,?y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida.
En tiempos teológicos, universidad teológica. En tiempos científicos, universidad científica. Pues ¿qué es ver una cosa, y no saber qué es? Con agrupar silogismos “Baralicton”, y declamar “Quosque tandem” no quedan los hombres habilitados para marchar, mundo arriba, a par de estos caballeros de la nueva usanza, que montan en máquinas de vapor, y llevan como astas de sus lanzas un haz de luz eléctrica.
Para tales campañas, escuelas de luz eléctrica se necesitan.
Cuando los pensadores se dan a pensar en la capacidad del adelanto permanente y real,–que es cosa distinta del brillante, postizo y pasajero–de cada pueblo, y en la relativa solidez y fuerza medular de las naciones de la tierra,?Inglaterra les asombra. Ella domina los mares. Ella vierte por el mundo, desde sus rocas carboníferas semi-exhaustas, barcadas colosales de baratos y útiles productos. Ella va del mundo viejo al nuevo con paso más seguro que pueblo alguno vivo. Ella fabrica cuchillos y recita clásicos. Con hacer el arte industrial, y la industria artística, esparce el amor por la belleza, que es mejorar hombres. Así como una habitación espaciosa invita a la majestad?un objeto bello invita a la cultura. El alma tiene su aire:?y lo echan de sí los objetos bellos.
Inglaterra, prudente y activa, que no vocea, anda.?Y al pie de cada descubrimiento, funda una escuela.
Londres, Cambridge, Liverpool, Bristol, Nottingham, Glasgow tienen de tiempo ha en sus Universidades cursos especiales para la enseñanza minuciosa y práctica de los nuevos agentes físicos, y los aparatos que los utilizan. Viena, Munich, Berlín, San Petersburgo, todas han establecido ya cursos semejantes. ¡No todos hacen oficio de cerrar sus puertas a la luz que viene!
Pueblos hay de murciélagos, y buena copia de murciélagos en todo pueblo, que viven de la sombra, son reyes de ella;?mas a esta luz hermosa, que traspasa muros, es en vano cerrarle las puertas!
Y no está la reforma completa en añadir cursos aislados de enseñanza científica a las Universidades literarias; sino en crear Universidades científicas, sin derribar por eso jamás las literarias; en llevar el amor a lo útil, y la abominación de lo inútil, a las escuelas de letras; en enseñar todos los aspectos del pensamiento humano en cada problema, y no–con lo que se comete alevosa traición–un solo aspecto;?en llevar solidez científica, solemnidad artística, majestad y precisión arquitecturales a la Literatura. ¡Sólo tales letras fueran dignas de tales hombres!
La literatura de nuestros tiempos es ineficaz, porque no es la expresión de nuestros tiempos. Ya no es Velleda, que guía a las batallas; sino especie de Aspasia!
Hay que llevar sangre nueva a la Literatura.
Estas que hemos venido llamando Universidades científicas empiezan a ser llamadas en Europa “escuelas técnicas”.
Darmstadt tiene una perfecta, de la que se sale graduado en toda ciencia nueva,–no a llevar, como de tantas Universidades nuestras, existencia de abogado pica-pueblos o de trovadores esquinados, ¡mísero destino de grandísimas almas! sino a ocupar con natural derecho de productores útiles un asiento en nuestra edad creadora.
Para ser recompensado, se necesita ser útil.
Y a esta buena escuela técnica de Darmstadt se ha agregado ahora una sub-escuela electro-técnica. Qué se enseña en ella Lo que va diciendo el nombre: ciencias eléctricas. En cuatro años se saldrá de ella maestro. Emplearán los alumnos los dos años primeros en estudiar en la escuela matriz ciencias naturales y matemáticas. Y en los dos años restantes, que pasarán entre cuanto aparato y máquina eléctrica exista y vaya existiendo, aprenderán, en doctrina y en aplicación, tanto cuanto importa saber sobre el agente nuevo.
¿Quiere leerse el programa de la nueva escuela? Los nombres mismos serán desconocidos para hombres que gozan esparcida fama de ilustrados:?ni los nombres sabemos de las fuerzas que actúan en nuestro mundo!
He aquí el programa:
“Magnetismo y electro-dinámica.
Máquinas magneto y dinamo-eléctricas: transporte de la fuerza.
Alumbrado eléctrico.
Principios de la telegrafía y la telefonía.
Teoría del potencial con aplicación especial a la ciencia de la electricidad.
Señales eléctricas para caminos de hierro.
Caminos de hierro eléctricos aéreos.
Práctica electro-técnica; trabajos galvánicos; determinaciones de diferencias de potencial; de fuerzas de corrientes y de resistencias.
Lámparas de arco e incandescentes.
Investigaciones sobre los cables.
Determinaciones del trabajo trasmitido por los motores a las máquinas eléctricas.
Investigaciones fotométricas.”
Y ésas no son más que las materias del primer ejercicio del programa. ¡Tales parecemos viajeros perdidos en un bosque inmenso–por tantos otros hombres habitado!
La América. Nueva York, noviembre de 1883.